ACCIONES DE REPARACIÓN SIMBÓLICA
La construcción de memoria es un paso inicial para llevar a cabo el proceso de transformación de las desigualdades y exclusión de las víctimas. La reparación simbólica y la justicia restaurativa comparten fines comunes, como la prevalencia de los derechos y garantías de las víctimas, en el marco de la Reparación Integral, pero tienen como objetivo central la No repetición de los hechos victimizantes y un anhelado deseo de reconciliación. (Sierra, 2015, p.21) Este proceso debe estar acompañado de métodos y mecanismos reparadores que orienten la reparación simbólica y material, el cual puede darse a través de las propuestas propias que surjan desde las mismas comunidades.
Muchas veces estas propuestas están contempladas en el marco normativo para hacer posible la dignificación de las víctimas de los pueblos étnicos. Sin embargo, los parámetros de reparación del derecho penal son insuficientes o el Estado no se pronuncia en estos procesos de reparación. Por eso es que surgen las iniciativas desde las mismas comunidades, una suerte de “auto reparación” o procesos de sanación empíricos en los territorios. En este mismo sentido, los procesos de reparación simbólica deben consultarse con las víctimas para garantizar su efecto.
La ley 1448 del 2011, promulga que es necesario desarrollar la reparación integral de víctimas y la reparación simbólica. Esto, con el fin de “asegurar la preservación de la memoria histórica, la no repetición de los hechos victimizantes”. En el marco de la Ley 975 de 2005, el Grupo de Memoria Histórica, adscrito a la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR) produjo una serie de informes sobre afectaciones del conflicto armado a poblaciones étnicas. Entre los más significativos podemos señalar los siguientes: La Masacre de Bahía Portete, Mujeres Wayuu en la Mira (2011) y Bojayá, la Guerra sin Límites (2010). Asimismo, y ya desde el Centro Nacional de Memoria Histórica conviene señalar otras publicaciones relevantes en temas étnicos tales como Nuestra vida ha sido nuestra lucha. Resistencia y memoria en el Cauca Indígena (2012) y Putumayo, La Vorágine de las Caucherías (2014).
Por otra parte, en el caso de la reparación a la naturaleza, es la Unidad de Investigación y Acusación – UIA, quien se ha dedicado a estudiar las consecuencias directas en la naturaleza y busca cómo mitigar y resarcir el daño causado.
Una condición elemental para construir las herramientas de la memoria propios para la reparación es centrar su metodología en la voz de quienes participan de ellos y de sus referentes simbólicos, es decir, en este caso particular, en las cosmogonías propias de los sujetos étnicos y sus comunidades. Una vez establecido un dispositivo de memoria propio, este permitirá generar estrategias para tramitar el pasado y producir mensajes para el futuro de las comunidades, lo que les permitirá fortalecer el tejido social e identitario en el presente.
Por lo anterior, los procesos de reparación simbólica deben profundizar en la memoria histórica de los pueblos étnicos. Para el caso de los pueblos indígenas deben incentivar el estudio desde el Mito de origen, la Ley de origen, el Derecho mayor y el Derecho propio. Esto lo podemos ver expresado en el caso que se exponen a continuación:
Las palabras de los pueblos indígenas del Amazonas nos interpelan hoy sobre el verdadero poder transformador de la memoria. Ellos quieren esclarecer su pasado no sólo para comprender los contextos, los actores y las responsabilidades aún no asumidas por los causantes del genocidio cauchero. Quieren, literalmente, hacer más claro su pasado (esclarecer su memoria), iluminarlo desde sus lenguajes propios, esos lenguajes que desde tiempos ancestrales señalan los caminos para comprender desde adentro y, por esa vía, sanar las heridas y transmutar la memoria en devenir. (CNMH, 2017, p.14)
Las intenciones respecto al poder de la memoria de los pueblos indígenas del Amazonas, expuestas con anterioridad, nos permiten ver cómo los impactos del conflicto son retomados y la reparación se hace a partir de la reivindicación de la autonomía respecto a la relación con la tierra, entonces la memoria juega el papel de revivir esta relación con la naturaleza. En este proceso de recreación, surgen relatos asociados a las historias de origen, a los conocimientos que provienen de la relación con el entorno o a los saberes que custodian y conservan los mayores.
Las comunidades afrodescendientes también han encontrado en su relación con la tierra, formas de volver sobre los hechos conflictivos y subsanarlos a partir de los recorridos. El caso de los cantos mortuorios asociados a la práctica del alabaos se han convertido en un escenario de transmisión de memoria para las poblaciones afrodescendientes del Medio Atrato, para rememorar la masacre en Bojayá, ocurrida en 2002. (CNMH, 2017) Este icónico caso visibiliza el enorme poder que tienen las prácticas musicales para rememorar los hechos y volver sobre estos, pero con una perspectiva reparadora.
En la mayoría de los casos las reparaciones materiales, expresadas en compensaciones o indemnizaciones, supuestamente proporcionales a las pérdidas ocasionadas por el conflicto, no son suficientes, tampoco lo son las medidas expresadas por la justicia penal tradicional. “Al utilizar sin perspectiva reparativa en zonas negras, dineros públicos destinados a combatir la pobreza y el rezago económico de aquéllas se corre el riesgo de no hacer mayor cosa para extirpar el racismo estructural y la discriminación que han generado esa misma pobreza.” (Afroreparaciones, 2007, p. 19) Lo anterior, nos indica que es necesario que haya procesos de reparación simbólica que incorporen las tradiciones culturales de los grupos afectados, su propia cosmogonía y no solo que se intente reparar a las comunidades mediante los mecanismos tradicionales jurídicos o normativos económicos de compensación por los daños sufridos.
La reparación simbólica tiene más sentido al enmarcarse en la justicia reparativa, pero se requiere como condición previa que el proyecto ético y político que guía la reparación de cualquier comunidad ancestral incluya la transformación de las condiciones o situaciones que provocaron los hechos victimizantes. Podemos intentar reparar materialmente a la madre tierra, concientizandonos sobre los usos y abusos en torno a ella, y para repararla en su dimensión simbólica, se tiene que volver sobre ella acatando las formas como las comunidades ancestrales se relacionan con ella.
La reparación simbólica también es resistencia, las expresiones artísticas que son iniciativas de las mismas comunidades les permiten a estas comunicar y resarcir los vejámenes de los hechos violentos. “Las formas en que se expresaban eran a través del canto, la danza, por eso pensaban que el arte es una forma de resistencia. Además, aquí es algo más espontáneo, no es algo muy elaborado, a la gente le brota el arte y es la forma de poderse expresar como grupos en un contexto en el que no se puede hablar.” Sommer, D., 2016 (citada en CNMH, 2017) Mediante el arte, la posibilidad de sanación de las memorias del dolor tanto de las comunidades étnicas como de la madre tierra, a través la reparación simbólica, permitirá la construcción de nuevas identidades a futuro a partir de la rememoración ancestral.
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Museo virtual y pedagogia de la memoria – Maestría en Educación para la Paz
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