JUSTIFICACIÓN
Tal como lo señala el CNMH (2013) el secuestro es un fenómeno que ha afectado dramáticamente
a la sociedad colombiana, todos los actores armados que han protagonizado el conflicto armado lo
han empleado en algún momento y su uso ha variado en relación con la intensificación y las dinámicas
recrudecidas de este mismo. Se trata de un fenómeno que afecta las experiencias de vida de las
víctimas en sus ámbitos sociales, económicos y políticos, pero también en las dimensiones psíquicas,
emocionales y del comportamiento de cada persona. Es un hecho victimizante que afecta de por vida
a quien lo sufre porque incluso después de la liberación, los efectos aún se manifiestan en los aspectos
más cotidianos de las víctimas y sus allegados. Adicionalmente, la superación de estos efectos implica
reconfigurar y resignificar de otra manera la existencia en libertad.
Los múltiples efectos del secuestro trascienden los momentos de privación física de la libertad,
cuando las víctimas no mueren en cautiverio, en gran parte porque el secuestro se ha convertido
en un acto de deshumanización expresado en el trato de la víctima como una mercancía. Los actos
violentos aplicados durante el secuestro producen cambios cognoscitivos y comportamentales en
las personas y, por tanto, afectan y despojan a la persona de su condición humana. Estas estrategias
de deshumanización varían según el actor del secuestro y de las características de las personas
secuestradas. En otras palabras, las dinámicas de cada caso de secuestro varían según los contextos
espaciotemporales en que suceden. Pero, absolutamente todos los casos reflejan una evidente injusticia,
una situación que produce dolor, tanto en el cuerpo de la persona que padeció los hechos como de sus
personas allegadas, como de cualquiera que sienta y reaccione ante situaciones de sufrimiento ajeno.
La memoria juega un papel fundamental en este proceso de búsqueda de justicia para las víctimas
del secuestro y para hacer efectiva la no repetición de estos hechos. Los reiterados casos de secuestro a
lo largo de la historia del conflicto colombiano tienen cada uno su singularidad. De hecho, es uno de los
hechos victimizantes más registrados debido a los testimonios recogidos de las vivencias particulares
de cada sobreviviente. Sin obviar la singularidad de cada experiencia padecida, estas memorias deben
ser recuperadas y puestas en diálogo para comprender el fenómeno de manera situacional y más
general, precisamente como una oportunidad para aprender lecciones y evitar la repetición de los
hechos. Para que esto sea posible, es necesario transformar las experiencias de dolor de las víctimas
en acciones colectivas con repercusiones políticas para evitar que el secuestro se siga repitiendo en
Colombia.
Las prácticas artísticas tienen el potencial para generar dichas acciones colectivas con alcances
políticos y reparadores, que permiten transformar las experiencias del dolor. El arte urbano, en donde la
producción física y principalmente visual tiene efectos en la comprensión simbólica de los lugares que
las personas habitan, es una de las herramientas que permite abordar las experiencias del fenómeno
del secuestro. Esto es así porque la ciudad ha llegado a ser uno de los lugares donde se ha efectuado el
secuestro, así como ser el lugar geográfico -teniendo en cuenta el gobierno centralizado colombianodesde donde se puede ejercer presión para que se reconozcan hechos que suceden principalmente en
los ámbitos rurales, pero donde el Estado no tiene presencia ni física ni simbólica.
Por ejemplo, si reiteradamente se manifiesta a través de la simbología y estética urbana lo que los
victimarios no quieren que se recuerde, se irrumpe con el orden establecido en torno al recuerdo
y se introducen nuevas imágenes que tienen un efecto sobre los imaginarios y memorias sociales.
Las técnicas y marcas espaciales del arte urbano permiten transformar las narrativas inscritas en
las geografías urbanas, las imágenes que están desplegadas por la ciudad despiertan imaginarios
colectivos, los cuales a su vez reflejan las matrices culturales que los componen (Silva, 1992) Es decir,
la exposición pública del fenómeno del secuestro o de otros hechos victimizantes, a través de la
generación de imágenes y elementos iconográficos urbanos, induce a los observadores y finalmente a
quienes habitan las ciudades, a hacer ejercicios interpretativos y reflexivos que tienen un efecto sobre
los puntos de vista acerca de determinados hechos. De esta manera, el arte urbano puede trastocar y
ampliar las nociones nacionales y colectivas sobre lo que ha ocurrido en el país, para comprender los
hechos victimizantes y evitar que estos ocurran de nuevo.
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Museo virtual y pedagogia de la memoria – Maestría en Educación para la Paz
Universidad Distrital Francisco José de Caldas NIT. 899.999.230.7