La reconciliación es un proceso que vincula a sujetos de espacios rurales y urbanos, no obstante, el concepto es poco reconocido y no es claro que está presente en la cotidianidad al resolver conflictos en los diversos contextos de interacción. Esto conlleva a que pueda ser vista desde dos perspectivas, como un objetivo, siendo el punto final del conflicto, o como un proceso, lo que implica que se establezcan herramientas y estrategias que se ajustan a las dinámicas de los contextos, y que por tanto avanzan, pero en ocasiones tienen retrocesos. Desde estos enunciados, la reconciliación no tiene una única definición, sin embargo, puede entenderse como “el proceso de construcción o reconstrucción de vínculos, es la reorientación de relaciones antagónicas a relaciones de cooperación, es la generación de confianza entre conciudadanos y hacia las instituciones políticas” (Fundación social, 2006).

Como proceso de reconocimiento, de reconstrucción y construcción, invita a la coexistencia pacífica, la construcción de confianza, a evitar violaciones de los derechos humanos, a construir un futuro y un presente mejor y a generar empatía.

En este sentido, la reconciliación invita a conocer hechos, los impactos de los mismos sobre las víctimas, y a comprender la importancia de evitar la repetición, siendo necesario que la memoria histórica, colectiva, se construya en diversos escenarios entre los cuales la escuela toma un lugar relevante al ser espacio de socialización, de construcción de conocimiento y de formación de ciudadanos que conozcan el pasado y el presente del país en que habitan y así comiencen a establecer acciones y posturas que eviten la repetición.

De acuerdo con la Secretaría de Educación (2019) al realizar el cruce entre estudiantes matriculados en las instituciones del Distrito, el SIMAT (Sistema de Matrículas Estudiantil) y el RUV (Registro Único de Víctimas), han ingresado 67.353 estudiantes víctimas del conflicto a los colegios del Distrito, presentes en las diferentes localidades, por lo que puede afirmarse que los hechos atroces, particularmente el desplazamiento, han traído consigo el arribo de familias al espacio urbano y en consecuencia, los niños, niñas y adolescentes han ingresado a las escuelas en las ciudades, siendo entonces relevante generar espacios en los que a través de diversas estrategias se dialogue sobre experiencias vividas, se reconozca a las víctimas como sujetos de derechos y se asuman acciones de reconocimiento, que aporten a la no repetición y a la construcción de culturas de paz en los ámbitos escolares, entendiendo que el contexto rural es fundamental para la vida en la ciudad.